Primera Nacional | Temperley

A 30 años del día que el mundo se detuvo en Turdera

El 11 de junio de 1991, Temperley cerraba sus puertas. En un estado de somnolencia, se preparaba para las horas más oscuras de su historia. 30 años después, debemos recordarlo

Publicada: 11/06/2021 08:21:43

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En la vida del buen dirigente, del hincha fiel, del fanático más reconfortante, no hay mejor sensación que ver crecer a tu club. Tanto sea en el fútbol, deporte más importante de nuestra idiosincrasia, todo lo buena que suceda a nivel institucional también genera placer. Uno está preparado para festejar y saborear las buenas, entender las malas y solucionar las graves. El problema sucede cuando nadie te explica, enseña o muestra que esa entidad tan querida, de pronto puede cerrar hasta desaparecer.

Temperley, como perfecto bastión de los increíbles, fue el único club argentino que estuvo dos años en muerte súbita para luego volver a vivir. Empapados de ejemplos, de historias y argumentos algo flojo de papeles, nadie pudo superar la dramática situación de ver una faja de clausura en la puerta principal de un pedazo de tu casa. En realidad, como el último eslabón de una cadena de desastres, el juez provincial José María Duradoña, luego de haber decretado la quiebra, un 11 de junio de 1991 establecía el cese de actividades.

De ahí en más se produjo una lucha cuasi patriótica. El barrio, su gente, los socios y muchos que poco tenían que ver, enarbolaron la bandera de lo justo. Entre marchas, pequeños torneos, rifas, calcos y una Avenida 9 de Julio repleta de deportes, la pelea no permitía dormirse. Fueron dos años, esa amenaza del remate castigaba y cinco familias tuvieron que poner la hipoteca de sus casas como garantía. El 24 de julio de 1993, hoy celebrado como el Día Internacional del Hincha de Temperley, la pelota volvió a rodar en el Alfredo Beranger para que el cuento sea otro.

Entre tanta fecha para la nostalgia, el agradecimiento o la inmediatez del recuerdo, el repaso de esta misma jornada hace 30 años, sencillamente nos saca el aire. La memoria, tantas veces menos preciada, será entonces la mejor arma para no solo repetir errores, sino también para enseñar que en un pasado no tan lejano, lo peor puede terminar pasando. Para aquellos tantos que dejaron literalmente sus vidas, a ellos todo y en respuesta dejarles a sus nietos y bisnietos el mejor club posible; pese a todo, se puede.


Iñaki Marcó

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