Federal A | Defensores de Pronunciamiento

A un año de un día inolvidable en Pronunciamiento

Con un emotivo texto en el cual relata todo el momento de la experiencia, Defensores de Pronunciamiento recordó el encuentro ante River Plate por Copa Argentina hace un año.

Publicada: 10/02/2022 20:24:45

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A UN AÑO DE DEPRO VERSUS RIVER (ESCENAS DE UN PARTIDO MEMORABLE)

Cuando el Tin Rodríguez empalmó la última pelota del partido, y quedó asegurada en el fondo de la red, sólo hubo tiempo para abrazos, desahogos y delirio. En aquella noche de verano, con un gran acompañamiento en la cancha del CAVE, la clasificación a la Copa Argentina parecía lejana por las dificultades de un encuentro cerrado, errático y ante un rival que defendía la ventaja con éxito hasta el epílogo. Recién en el instante del pitido final del árbitro, esa algarabía prolongada del gol agónico se transformaría en la excitación en modo de hincha y finalmente en un estado de calma de regreso a casa, momento en el que bajaron los decibeles y nos dijimos casi al unísono «che, ¿y mirá si nos toca un equipo de Primera División?»

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La bolilla anuncia «Defensores de Pronunciamiento». De fondo, en un salón de AFA en el predio de Ezeiza, la pantalla muestra el escudo gigante del Depro y sentimos un cosquilleo. «El rival de River será Depro», dicen en TyC Sports. Se celebra como el gol del Tin Rodríguez contra Crucero del Norte o como los de Lautaro Robles en la ida. O mejor aún, porque en verdad aquel goce se extiende en el tiempo. ¿Quién no recibió un mensaje por WhatsApp en el instante en que anunciaron que el Azulgrana iba a enfrentar a River? Sí, sólo es fútbol. La vida continúa. Pero en paralelo a la rutina diaria, el partido más esperado era tema de conversación en el supermercado, en la panadería, en la escuela, en el bar y en cualquier reunión familiar o con amigos. Era «El Partido» entre tantos trascendentales que jugamos en el último periodo.

El azar de un sorteo nos dio la posibilidad de cruzarnos a River, por entonces el flamante campeón de la competencia. Pero cualquiera que repasa toda la historia de nuestro club, el esfuerzo a diario de los involucrados, la pasión de un pueblo entero detrás de los colores e incluso el crecimiento del equipo desde hace varias temporadas, puede decir sin ruborizarse que más que el azar fue el destino y que ese destino se concretó a modo de recompensa por todo lo vivido. Un premio merecido.

Días de buscar precios, hacer cuentas, coordinar con compañeros de ruta, planificar una aventura que nos iba a llevar hasta Salta. Mientras tanto, las columnas especiales en los medios nacionales, los informes y los móviles de la televisión, la presencia de Juanky Jurado con Fox Sports en Pronunciamiento. Salimos al cruce de aquella nota despectiva, que hablaba del club en el medio de la nada, escrita por alguien que no cruzó la General Paz ni miró los torneos del Federal A. Inflamos el pecho por cada elogio a nuestra institución, a los jugadores y a nuestro pueblo. Pero un día apareció la maldita pandemia y todo cambió. ¿Se juega? ¿Se reprograma? ¿Se suspende para siempre? Una pausa al fútbol. El Covid-19 modificó el orden de las prioridades.

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Miércoles 10 de febrero de 2021. Un año después de la fecha estipulada, el estadio «Florencio Sola» de Banfield es el escenario del Depro-River. Los años pasarán y todos entenderán que se disputa durante la pandemia, en un ambiente sin multitudes, con sonidos de gritos aislados e impacto de pelota; con jugadores distanciados en el banco de suplentes; con allegados, tapabocas y alcohol en gel. La abstinencia por la ausencia de fútbol hace que todo un país quiera ver la transmisión del partido en TyC Sports.

«Depro y su pueblo viviendo un sueño», decía el ploteado del Flecha Bus que trasladó al plantel rumbo a Buenos Aires. Un día antes al cotejo, los principales medios nacionales se habían sorprendido de la despedida por parte de una numerosa caravana de vehículos, con el color de las banderas, el humo de las bengalas y el ruido de las bocinas. Pero todo aquello se cortó a la salida de la ruta 23. A la hora del encuentro, se vive a la distancia y sin embargo un poco sentimos que estamos presentes en esas tribunas verdes vacías. Entonces la camiseta azulgrana se envuelve de un aura especial. El equipo sale a representarnos al campo de juego.

A las 21:15, en el marco de los 32avos de final, Germán Delfino —ahora el árbitro, luego el verdugo— hace sonar el silbato. Sergio Chitero, que debuta como técnico en reemplazo de Hernán Orcellet, elige de entrada a David Correa; Yair Gurnel, Milton Alvez, Iván Valente y Maximiliano Villagrán; Leandro Allende, Alejandro Rizzo, Johan Laureiro y Héctor Echagüe; Tomás D’Angelo y Lautaro Robles. Luego ingresarían Jorge Rossi, Nazareno Rodríguez, Emiliano Delasoie, Eric Rodas y Juan Carlos Ardetti. Se quedarían en el banco Octavio Blanchet y Ezequiel Chochi Cardozo. Habían formado parte de la delegación Rafael Ríos, Darío Ramírez, Kevin Tournour, Lucas Larroza y Franco González. A todos vale mencionarlos.

Con un presupuesto mensual 110 veces mayor, el Millonario conducido por Marcelo Gallardo no subestima el partido y alinea con varios jugadores de nivel de selección: Franco Armani; Milton Casco, Paulo Díaz, Robert Rojas, Javier Pinola y Fabrizio Angileri; Enzo Pérez, Julián Álvarez y Benjamín Rollheiser; Matías Suárez y Rafael Santos Borré.
El Azulgrana aparta la ansiedad acumulada durante días. Asume las exigencias del duelo, mantiene el orden defensivo, no prescinde del ataque. Hasta donde puede intenta disimular las diferencias técnicas, tácticas y físicas. Del otro lado un equipo impacable, de majestuosa calidad; con despliegue, presión alta y buen pie. Seas hincha o no, pocos dudan que es el mejor equipo argentino de los últimos años. Lo que explica la magnitud del desafío para el Depro.

Allá en Pronunciamiento, a más de 300 kilómetros del estadio bonaerense, cada hincha vive el desarrollo del juego como si estuviese en una montaña rusa de emociones. La ansiedad, los nervios y el corazón a galope; la calentura y la sangre encendida; la sonrisa y el retorcimiento de alegría.

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Robles habilita con un pase riquelmeano, D’Angelo queda mano a mano contra Armani pero trastabilla antes de definir. Es la primera chance del Depro y del partido. Al rato, River demuestra su jerarquía, hilvana pases en ataque y Matías Suárez abre el marcador en el cuarto de hora.

Depro no se frustra, saca a relucir su característico temple y busca la igualdad. Pasada la media hora, sucede ese episodio significativo que permanecerá en el recuerdo. Desde el sector izquierdo, Echagüe ejecuta un tiro libre con exquisita precisión, el esférico cae en el corazón del área, Alvez escapa de la marca, se eleva y conecta un cabezazo por encima de Armani. Todos lo gritamos con alma y vida. El golazo que no fue. Duilio Montello levanta la bandera y Delfino anula el empate transitorio.

A la jugada siguiente, Julián Álvarez —que acaban de venderlo en más de 20 millones de euros— convierte el segundo y todo se hace cuesta arriba. Depro suma un par de chances en el complemento, primero con un tiro libre de Echagüe que se va cerca del travesaño y luego con una combinación entre Rizzo, Echagüe y Allende que concluye Robles con un disparo apenas desviado sobre el primer palo.

Algunas atajadas de Correa, los goles de Fabrizio Angileri y Federico Girotti, el penal cobrado para el Depro y luego rectificado por el árbitro porque sí, sin el VAR, explicándolo durante tres minutos por qué da marcha atrás. Hasta que decreta el final. 4 a 0. Un resultado casi inexorable que no empaña lo vivido.

«Muchos resultados son mera decoración de historias superiores», escribió alguna vez el periodista y escritor Andrés Burgo. E indudablemente este fue uno. Defensores de Pronunciamiento consiguió la empatía de un país futbolero que conoció la humildad del club y el espíritu competitivo del equipo. Los hinchas tendremos el recuerdo perenne de esos pequeños y gratos momentos que nos regala el fútbol. Y los jugadores, ¿qué decir? De niños todos habrán imaginado alguna vez jugar frente a River o Boca. No hay pruebas, pero tampoco dudas. Aquel partido devolvió el fútbol a los sueños infantiles y se evidencia en los rostros de felicidad de la postal final entre los dos equipos. A un año de haberlo jugado, ¿quién se atreve a negarlo?


Por Nico Sotomayor / Prensa DEPRO

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