Primera Nacional | Atlanta

El balance de Atlanta 2022: ¿Qué se puede rescatar?

El campeonato terminó prematuramente para el Bohemio, esta temporada, en la que no consiguió ningún objetivo. ¿Qué queda positivo después de un año flojo en resultados?

Publicada: 18/10/2022 09:38:35

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Cuando empezó el torneo de la Primera Nacional, la expectativa en Atlanta era grande. El plantel se notaba con mucho mejor presupuesto que el campeonato anterior, y algunos nombres, como los de Juan Galeano, Gonzalo Klusener o Ramón Fernández llamaban la atención en la previa. Eso, sumado a la continuidad de Francisco Rago, y el retorno de Matías Molina y Julián Marcioni, sin duda ilusionaba. Sin embargo, poco prosperó como se esperaba.

El debut, con la temprana expulsión de Rago y la derrota agónica frente a All Boys, dejó poco para analizar. La victoria frente a Güemes, con un doblete de Klusener, maquilló lo que más tarde desnudaron los cinco partidos siguientes: a Atlanta le faltaba gol, rebeldía, creatividad y movilidad. Los triunfos consecutivos ante Flandria y Temperley terminaron dándole aire a un ciclo -el de Walter Erviti- que debería haberse terminado mucho antes, y que una interminable seguidilla de cuatro juegos sin triunfos -con una anemia ofensiva alarmante- dieron por cerrado tras caer por 3-1 en Mar del Plata ante Alvarado.

Si el primer error grosero del año fue haber estirado el ciclo de Erviti, el segundo fue haber elegido a Alejandro Orfila para sucederlo. No porque el Chano haya hecho particularmente mal las cosas, sino porque inmediatamente llegado al club, notaron que no era el indicado. Para intentar corregir esa equivocación, dispusieron su salida apenas seis partidos (una sola victoria) después de anunciarlo con bombos y platillos. Para ese entonces, se creía que Atlanta todavía podía pelear por el segundo ascenso.

Tras una larga negociación, que incluyó una apática derrota por 1-0 ante Mitre en Villa Crespo, al mando de Nicolás Barrero, entrenador de la Reserva, desembarcó en Villa Crespo Mauricio Giganti. Un DT sin enormes pergaminos, pero con el aval y el consenso un poco más claro del arco dirigencial del fútbol de Atlanta. El Buli pasó sus primeros tres partidos sin ganar ni convertir, pero ante Tristán Suárez, en una final, el gol y la victoria aparecieron. Estaba claro que había mucho por trabajar, y poco a poco el DT se animó a meter mano, conforme se le fueron dando también algunos resultados.

Así, se ganaron su lugar juveniles como Lucas Ríos o Nicolás Medina, fundamentales en la levantada final del equipo, acoplados a otros que ya habían tenido minutos como Juan Bisanz o hasta el propio Dramisino. El hecho de haber terminado con una derrota en los últimos siete encuentros, y que cinco hayan sido triunfos, habla a las claras de una mejora sustancial del equipo, incluso sin haber logrado los objetivos iniciales sobre los que, claro está, Giganti no tiene ninguna responsabilidad.

La intención de ascender se disipó en los primeros errores de este año: estirar el ciclo de Erviti, que estaba terminado varias fechas antes de concretarse, y la insólita elección y expulsión inmediata de Orfila. Pero hubo otro error anterior: el armado del plantel. Si bien no era previsible al principio, con el diario del lunes, el equipo tuvo muchos huecos: Galeano fue el único capaz de generar juego, y siempre estuvo aislado; faltó un 9 goleador, rol que ni Klusener ni Donato pudieron asumir; la defensa dejó mucho que desear y la marca en el mediocampo podría haberse mejorado mucho.

En el mercado de pases de mitad de temporada, fue el mediocampo el único área reforzada, con Federico Marín como gran aparición. Sin embargo, Iván Gorosito y Patricio Pérez no justificaron su contratación. El no haber sumado un delantero en un equipo con tan poco gol fue también llamativo. Tampoco se incorporó un defensor, cuando a la legua se veía que no había seguridad atrás. Para ese entonces, ya se había ido Ramón Fernández, de bajísima performance, y había perdido terreno la promesa cordobesa Augusto Gallo, quien nunca demostró ser menos que otros que jugaron en su lugar, pero no convenció a ninguno de los entrenadores que tuvo.

Al fin y al cabo, lo mejor en términos de refuerzos fue Rodrigo Colombo, a quien fue difícil entender por qué tardaron tanto en ponerlo. Y el indiscutible Galeano, que aún con sus altibajos fue el más regular y sólido en la labor creativa. Retenerlos a ambos será difícil, pero una de las tareas que pronto tendrá que emprender el club si quiere construir a partir de lo hecho y no empezar de cero.

Las bases para el torneo que viene son los juveniles y es lo mejor que le queda al club. El año flojo y la ausencia de una disputa seria quizás abrió el juego a que se fogueen valores que serán importantes en el futuro. Los mellizos Juan y Federico Bisanz, Alejo Dramisino, el goleador Lucas Ríos, la aparición milagrosa de Nicolás Medina y la proyección de los defensores Valentín Gelos y Román Herrera son el futuro de Atlanta. Deberá acompañarlos con líderes positivos, referentes que tengan experiencia, pero también vigencia y un proyecto sólido que incluya confianza en el cuerpo técnico y el criterio lógico para saber cuándo decir basta.

Atlanta falló mucho este año, y le tocó aprender a los golpes por segunda o tercera vez consecutiva. Lo que no se puede permitir es volver a fallar sin aprender, repetir los errores o, lo que es aún peor, no reconocerlos. Si la intención es un 2023 mejor, el momento de trabajar es ahora.

Mariano Perusso

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